EL EFECTO PANDÉMICO.


EL EFECTO PANDÉMICO.

En  el mes de diciembre de 2019, se detectó en Wuhan un virus, hasta entonces desconocido, que causaba estragos en la población. La epidemia se fue extendiendo por el mundo, hasta convertirse en pandemia. El día 30 de enero del año 2020, la OMS declaró el estado de emergencia sanitaria internacional. Algunos países, entre ellos España, hicieron caso omiso de la advertencia, no calibrando, por desconocimiento, la gravedad de la situación. Otros fueron más previsores (Australia, Corea del Sur, Japón...) e iniciaron un confinamiento. Actualmente, el coronavirus ha producido en el mundo cientos de miles de muertos y millones de afectados.

En nuestro país, se permitieron grandes concentraciones, multitudinarias competiciones deportivas..., y no se advirtió a la población. El estado de alerta se decretó ¡el 8 de marzo! Cuentas darán a Dios, los responsables.

Pero la pandemia universal de este virus, del que poco se conoce aún, está provocando a nivel  mundial, un cataclismo; sanitario, económico, social y psicológico.

Mirando el tema a nivel nacional, que es lo que ahora me importa resaltar, hay un "efecto pandémico", que ya va haciendo cambiar muchos parámetros de nuestro comportamiento.

Ha tenido que venir el virus para modificar muchas cosas de nuestra sociedad que ya, antes de la pandemia, estaba enferma: consumismo, corrupción, falta de liderazgo político, subversión de valores, materialismo, neocapitalismo salvaje, destrucción del medio ambiente, evasión de capitales...

El terribe "enemigo vírico", destruye y mata, pero al tiempo está rompiendo moldes. Se tambalean las grandes potencias y su prepotencia: EE. UU. ("America first"), Rusia (dictadura encubierta), China (autoritarismo dictatorial), Francia (una "grandeur" insolidaria), Alemania (siempre con el fantasma del pangermanismo)..., y así seguiríamos.

Y dentro de esta descomposición, de este desbarajuste, el protagonismo lo toma el pueblo llano, las buenas gentes, las gentes sencillas menospreciadas por los gobernantes mediocres que tenemos. La curva del coronavirus  va bajando, lentamente (y el poder será grande), gracias al comportamiento del pueblo. De ahí la importancia de seguir las medidas que Sanidad propone (higiene, mascarillas, distanciamiento y confinamiento). Los nuevos héroes son los sanitarios, los quiosqueros, los repartidores, los carteros, los agentes del orden, la UME, las "tiendas de la esquina", los supers...

Pero ante la nueva sociedad que se conforma, acechan peligrosos enemigos, asimismo. De manera subrepticia, el marxismo, el anarquismo, el independentismo, los "iluminatis"... esperan su oportunidad. Quieren poner sus garras destructoras en el nuevo orden que se divisa en el horizonte. Hay que tener en cuenta nuestro castizo refrán: "A río revuelto, ganancia de pescadores".

Nuestro país (por concretar en el nuestro, aunque estas reflexiones se podrían generalizar) está en una encrucijada: o dar paso a un gobierno constitucionalista, o posibilitar un gobierno de tintes neocomunistas que dé pie  a una dictadura del proletariado. El coronavirus sería así el nuevo opio del pueblo, gente sumisa, malinformada por los fakes, falta de una información veraz...

Por eso, hay que estar alerta y los valores de solidaridad, estoicismo, altruismo, ayuda al necesitado, confraternidad y otros de análogo carácter, que afloran en esta humanidad nueva cuyo albor contemplamos, han de predominar.

Que la nueva sociedad que va naciendo, transformada, empiece con buen pie. Que el pueblo español,  en nuestro caso, reaccione, y aparte de su nuevo organismo, las garras destructoras. La sociedad constitucionalista, limpia, ordenada, unida y la vez restableciendo sabiamente el equilibrio entre salud y economía, se abra a nuestros ojos. Ahora es la gran oportunidad. Faltan líderes, falta dar participación a los científicos, falta prestigiar nuestra educación, y falta eliminar el odio y el revanchismo.

¿Solución? ¿Un nuevo cuerpo (o marco) político, económico, social y cultural-científico-educativo? Elecciones.

 Esto  en Alicante, un 15 de mayo de este malhadado año 2020.

 Buenas tardes.

 (Y tras estas reflexiones humildes, vuelvo a mi merienda y a mi  peli del Oeste).

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